domingo, 23 de junio de 2013

Letargo

Hace apenas un mes, la incertidumbre política en Venezuela parecía haber alcanzado su pico, e incluso algunos hablaban de amanecer con una junta militar en el poder. Otros veían un quiebre económico inmediato, y algunos confirmaban una explosión social en cualquier momento.

Hace un mes, lo contingente era la carta del día. Hoy, "la curva" de inestabilidad ha descendido considerablemente, las elucubraciones quedaron en eso, ideas y proyecciones posibles, desenlaces que no se concretaron. ¿Que sucedió? ¿Que detuvo el desastre inminente? la respuesta es sencilla si se responde con desprendimiento y honestidad.

La realidad política venezolana se dibuja alrededor de los dos grandes polos de poder, que señalamos comúnmente como gobierno y oposición, específicamente las cúpulas de poder (fragmentadas) de cada sector político interesado en sostener la batuta del poder. Como el "equilibrio" se sostiene en estas partes, los desenlaces son dependientes de las jugadas de cada uno de los bandos.

La cúpula roja viene en un esfuerzo descomunal por desplegar los tentáculos del poder a todos los niveles, siendo el mas eficiente el burocrático. Cada día que pasa Nicolás Maduro en el poder, realizando actividades, dando discursos, y detrás de él la gran maquinaria estatal funcionando, es un día mas para la cristalización de su legitimad. La estrategia chavista ha sido relativamente sencilla, burda incluso, pues se trata sencillamente de dejar caer todo su peso en el desarrollo cotidiano del país, consolidándose de hecho, sin importar su origen de derecho.

Maduro ha intentado llenar todas las casillas de sus atribuciones, incluso las mas insignificantes. Esto ratifica su existencia como poder ejecutivo actuante, y si la sociedad no manifiesta abiertamente su rechazo, está expresando de forma tácita su conformidad.

En este punto es donde se supone debe actuar la contra parte política, la oposición, que reclame, como actor principal del juego, la reorganización estructural y profunda del sistema, entendiendo que lo establecido es ilegítimo y fraudulento. Supuestamente eso fue lo que inició Capriles con el desconocimiento de los resultados electorales y la consecuente impugnación.

No obstante, después de este inicio coherente, la marcha se ralentizó de manera evidente. El primer tropiezo fue el exceso de permisividad y accesibilidad frente al TSJ y al CNE, ambas instituciones corrompidas y dominadas por el ejecutivo, es decir, por los lineamientos cubanos. Luego de este error, viene una decaída exagerada del liderazgo opositor, un enrarecimiento que nubló totalmente el envión del escenario post electoral, y que se prolongó de manera indefinida.

Actualmente el repliegue opositor es mas que evidente, y con el desarrollo de las acciones rojas, (esperadas y normales), la ratificación del gobierno ha llegado hasta un punto prácticamente intraficable. Para el día de hoy, no existe justificación alguna para derrocar al gobierno de Nicolás Maduro por vías legales, ya que todas las aristas que permitían articular líneas de ataque fueron resueltas por el aparato de control del gobierno, y cualquier vía abierta es cerrada por la misma oposición.

Sin duda alguna la estocada final es el llamado a votar el 8D. Esta postura se debe sencillamente a la necesidad incontrolable de los factores políticos que hacen juego dentro de la oposición por obtener las pequeñas cuotas de poder acostumbradas, las alcaldías. El interés opositor desbocado por esos espacios se sobrepone a cualquier juicio sensato por continuar la pugna democrática y justa que ansían la mayoría de los venezolanos. La excusa es cualquiera, "no podemos ceder espacios", "el voto es nuestra mayor herramienta", "vamos a caer en el error del 2005". La realidad es que no existe justificación lógica que sustente el llamado a votar, es absolutamente contradictorio e incluso estúpido.

Hace un mes parecía que el pobre gobierno de Maduro se sostenía en pilares de sal. Hoy es un gobierno más en la región, legal, ratificado internacionalmente, premiado y considerado como actor legítimo y real dentro de la competición electoral. Mientras se acepten las reglas del juego y las instituciones establecidas desde Cuba bajo el fraude del 14D, entonces se acepta la dominación. Si aceptas las elecciones locales, organizadas y realizadas por el gobierno, entonces aceptas al gobierno y su dirigencia, especialmente a Nicolás Maduro.

Queda todo claro, y la aclaratoria sobre la realidad política actual nos la ha dado la misma oposición, que ha permitido nuevamente el establecimiento definitivo de lo ilegal, el asentamiento de un gobierno desastroso, corrupto, criminal y obsoleto que ha destruido este país, y que seguirá con su camino de barbarie hasta reducir a la nación a un pedazo de tierra infértil impregnado de esclavitud.

Volvimos al letargo, a la insoportable levedad, como dijo el genio Kundera, que pesa y atormenta más que la mayor de las cargas visibles.

@politicayvisión




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